lunes, 14 de diciembre de 2015

DISTONÍA FOCAL EN MÚSICOS. QUÉ ES, QUÉ HACER, CÓMO PREVENIR.

Para los músicos, las lesiones y enfermedades no nos son unas desconocidas. Algunas de ellas nos pueden dejar fuera de juego. Es por ello que insisto en la prevención, porque tu carrera es algo muy serio, que puedes echar a perder sólo por llevar a cabo malas prácticas.
Hoy vamos a hablar de una de estas enfermedades: la distonía focal. Antes de empezar, quiero recomendaros que leáis LA REBELIÓN DEL CUERPO. Entendiendo la distonía focal del músico. La distonía focal es una enfermedad grave, y si la sufres, lo mejor es estar lo más informado posible.
¿Qué es?
Para empezar, vamos a ponernos un poquito científicos e intentar entender en qué consiste. Una distonía focal es una enfermedad neurológica. Esta enfermedad provoca contracciones y movimientos involuntarios de un grupo de músculos concreto. En el caso de los músicos, la distonía se produce en las manos o los dedos. Los músculos se contraen fuertemente en el momento de tocar y paran de realizar estos movimientos involuntarios cuando dejamos el instrumento. No todo el músico que sufre distonía la sufre en el mismo grado. La distonía focal en los músicos se desarrolla en la edad adulta, con lo que puede empezar de manera muy leve, mejorar, empeorar, y quizás hasta desaparecer.
distonia focal musicos
Las causas de la distonía focal no se conocen al 100%, pero se piensan que son ambientales y por trabajo, ya que la distonía focal suele aparecer en personas que realizan movimientos de alta precisión (además de músicos, escritores, ingeniero, arquitectos…).
¿Qué hacer?
La distonía focal es una enfermedad de la que se conoce poco y sobre la que se continúa investigando. Por ello, es fácil que vayas al médico con un problema de distonía y te encuentres que nunca ha tratado un caso parecido. Lo más recomendable es dirigirse a un neurólogo, si es posible que esté especializado en dificultades motoras.
El tratamiento que más se aplica en estos casos es la inyección de toxina botulínica o bótox directamente en la zona. Los efectos secundarios pueden ser muy variados, pero los resultados son bastante buenos, aunque su efecto es temporal, con lo que hay que inyectarse periódicamente (cada tres o cuatro meses).
Como en todas las enfermedades, es muy importante “cómo se lo toma uno”. Sobre ello, el Dr. David Marsden aconseja:
“Tu actitud ante esta enfermedad será uno de los más importantes factores que deciden cómo te afecta. La Distonía no te matará pero si permites que te derrumbre, puede estropear tu vida. Es completamente natural, cuando comprendes la naturaleza de tu enfermedad que pases por estados de ansiedad, desesperación y depresión, y después aceptación. Esta evolución lleva tiempo, pero tú debes trabajar positivamente para llegar al estado final de aceptación, tan lejos como sea posible del hecho de tu enfermedad y viendo lo que hay a tu alrededor. Habla con tu familia y con tu médico acerca de estos problemas”.
Encontramos en un caso práctico el mejor ejemplo. El pianista Leon Fleisher sufría distonía focal en los dedos cuarto y quinto de su mano derecha. El problema se le hizo tan grande y grave a nivel psicológico que casi hunde su carrera y su vida, incluso llegando a pensar en el suicidio. Su estrategia frente a la enfermedad fue entregarse a los campos que no había explotado hasta el momento. Trabajó repertorio sólo de mano izquierda y se centró en la enseñanza. Esta actitud es encomiable: se trata de afrontar el problema por otras vías y de no cerrarse en banda.
Y qué no hacer…
Lo peor que puedes hacer en el caso de tener distonía focal es machacarte estudiando más, pensando que así reeducarás tus músculos. Ésta seguramente ha sido una de las causas de la enfermedad y probablemente hará que empeore. A veces los músicos somos muy cabezones, negamos nuestras lesiones y dolores, tocamos con ellos y nos sentimos mal sólo por tomarnos un descanso. Hay que vencer esos pensamientos de “súper-responsabilidad” que nos hacen daño y ponerle remedio a la enfermedad con ayuda de un médico y de nuestros seres queridos.
Otra mala idea, ocultar qué nos ocurre, avergonzarnos o querer taparlo. A un músico le cuesta mucho admitir que ya no toca como hace unos años, que tiene un problema, aunque éste sea médico. Especialmente a aquellos que se han hecho un nombre en la música. Un gran paso para enfrentar una enfermedad grave como la distonía es contarlo, ser natural con el problema y no darle más importancia de la que se merece. La vida sigue, y hay muchos caminos que un músico puede tomar sin tener que renunciar a su pasión.
¿Cómo prevenir?
Como una de las posibles causas de la distonía focal es el trabajo preciso y continuado, lo mejor para prevenir que ocurra es controlar la manera de estudiar y los tiempos. Los movimientos repetitivos son muy dañinos si se hacen de manera continuada. Lo importante es no forzar y hacer que las sesiones de estudio sean variadas y que no se limiten a la mera repetición.
Schumann y su distonía focal:
Schumann fue un gran compositor y pianista, pero también hay que decir que un poquito bruto. Ideó diversos aparatos para conseguir fuerza y precisión en sus dedos, entre ellos un teclado portátil que se colgaba del cuello o un aparato que colgaba del techo y le obligaba a hacer mayores esfuerzos con sus dedos anular y meñique. Todo esto sólo le llevó a provocarse una distonía focal en ambos dedos. Según cuentan, lloró durante días
“Toda la música está completa y viva dentro de mí y deseo exhalarla sin esfuerzo, pero ahora apenas si puedo hacerlo; mis dedos se confunden unos con otros. Esto es realmente atemorizante y ya me ha causado mucho dolor.”

Pedro Iturralde, un caballero de ochenta y seis años

AYAX MERINO 


Pedro Iturralde, durante una actuación en Jambore Jazz, Barcelona, en julio de 2003.
RAI FERNANDES
9 DE DICIEMBRE DE 2015
Es admirable, sorprendente, que un señor de ochenta y seis años se pasee de garito en garito tocando un saxo o un clarinete como el que no quiere la cosa. Pero así es. Y sopla como un mozuelo veinteañero, el condenado. Y no se queda sin aire ni le falta el resuello. Algo milagroso lo de este hombre incombustible que nunca se agota. Y dale que te pego. Una vez y otra y otra más. Sin tregua. Hace unos días, sin ir más lejos, actuó en Madrid con su cuarteto. Y tiene más conciertos previstos ¡La leche, qué menda!
Don Pedro Iturralde. Genio y figura. Caballero de hidalga estampa. Un señor pleno de señorío que goza del respeto de todo el mundo. Que se ha ganado el don a pulso, vaya. A mí, desde luego, no se me ocurriría jamás de los jamases apearle el tratamiento. Un maestro. Un grandísimo compositor y un excepcional intérprete que domina con arte de virtuoso total y absolutamente su instrumento, al que le saca un sonido muy propio y personal. Patriarca del jazz español. Tete y él. Ambos dos los músicos nacionales más reconocidos y admirados allende nuestras fronteras. Un navarro universal. Ya, ya, ya sé que la expresión está muy manida, pero aquí viene al pelo y casa a la perfección. Por estas.
Hijo de un molinero que por añadidura era un muy buen músico y que, tras la molienda, en sus ratos libres se sentaba tranquilamente a tañer la guitarra para pasmo de su cachorro, don Pedro, entonces un churumbel que no levantaba medio palmo del suelo. Así desde su más tierna infancia le fue inculcando el amor por la música y terminó por despertarle el gusanillo ese de ir por ahí vagabundeando para ganarse las habichuelas tocando. Para su pesar, pues al buen señor, padre de don Pedro, no le parecía ni remotamente posible que nadie pudiese mantenerse de semejante cosa y veía con malos ojos la inquebrantable voluntad de su retoño, empecinado en vivir de la música. Pero don Pedro es muy terco y al fin se salió con la suya ¡Faltaría más!
Ya de muy chico aprendió a tocar el saxofón y el clarinete. Y la guitarra y el piano. Precoz que era la criatura. Y sin apuntarle aún el bozo andaba ya en las filas de una banda que tocaba música de baile. Ahí descubrió el jazz, que no le ha abandonado en toda su larga vida. Y es que el baile de entonces tenía mucho de jazz, el swing y esas cosas. Parece, además, que el director de la banda le descubrió la música de Ellington, Basie y compañía. Dios se lo pague al buen hombre que tal hizo.
De modo que don Pedro, a sus dieciocho añitos, andaba ganándose el sueldo en las romerías, fiestas y cafés, cuando se largó por ahí al extranjero en una gira que le llevó, entre otros sitios, a Argel. Y pasado el tiempo y ya de vuelta obtuvo en un año su título en el conservatorio. Y luego de nuevo a viajar por el ancho mundo, culo de mal asiento.
DECÍA DON PEDRO QUE AQUÍ NO SE LE ENTENDIÓ, PUES SÓLO PRETENDÍA HACER JAZZ, PURO JAZZ. NADA DE FUSIÓN NI DE MEZCOLANZAS. Y QUE SI JUNTAS EL JAZZ Y EL FLAMENCO, UNO DE LOS DOS MUERE
Hasta que harto de tanto ajetreo, digo yo, decidió afincarse en Madrid. Entonces entró a formar parte del conjunto habitual del Whisky Jazz, club emblemático de la capital en el que se le podía ver actuando un día sí y otro también. Con gente de la talla del saxo barítono Gerry Mulligan, el trompetista Donald Byrd o el pianista barcelonés Teté Montoliú, entre otros muchos ¡Casi nada!
1967. Don Pedro se saca de la manga un disco espectacular. Un disco capital, esencial, del que proviene todo lo que después se ha dado en llamar jazz flamenco. Un disco con un jovencísimo Paco de Lucía: Flamenco jazz. Y se armó la gorda. Dice don Pedro que aquí no se le entendió, pues sólo pretendía, a partir de aires y ritmos flamencos, hacer jazz, puro jazz, simple y llanamente jazz. Nada de fusión ni de mezcolanzas. Y que si juntas el jazz y el flamenco, uno de los dos muere. Si no me falla la memoria, algo parecido sostenía el gran Cifu. En principio, estoy de acuerdo. Y, sin embargo, no sé, no sé, la verdad es que cuando escucho a Jorge Pardo o Chano Domínguez, por ejemplo, no sé, en ocasiones no estoy muy seguro de si lo que tengo delante es jazz, flamenco o entrambas cosas a la vez.
Bueno, el caso es que don Pedro, músico ya conocido por entonces, degustó las mieles de la popularidad; o los sinsabores, que eso nunca se sabe.  Y le invitaron al festival de Berlín, donde compartió cartel con Thelonious Monk, Miles Davis y Sarah Vaughan, ni más ni menos. Y no mucho después sacó don Pedro otro disco imprescindible, maravilloso, con su cuarteto y el gran pianista Hampton Hawes. Un trabajo redondo, soberbio.
HACE AÑOS QUE LE JUBILARON DE SU CÁTEDRA DE SAXO. PERO A VER QUIÉN ES EL GUAPO QUE INTENTA IMPEDIRLE SUBIR A UN ESCENARIO
Andaba don Pedro, pues, en la cresta de la ola, gozando de fama y fortuna, de gloria y renombre, cuando de repente, ¡bum!, lo abandonó todo. Lio el petate y cruzó el charco. A Boston. A estudiar, a seguir estudiando, a aprender más si cabe, a no dejar de aprender nunca. Mas como todo se acaba, a don Pedro se le agotó el tiempo de andar yendo a clase y no le quedó más remedio que regresar. A la fuerza ahorcan. De nuevo a la brega del día a día.
Fue más o menos por aquellas fechas cuando se le metió en la mollera la idea de que había que crear una cátedra de saxofón en el Real Conservatorio Superior de Música. Que se empeñó. Venga y venga a porfiar. Hasta que le hicieron caso, claro. Y no contento con eso, se presentó a las oposiciones y sacó la cátedra. Músico y profesor. Jazz y música clásica. Otra de las muchas facetas de este proteico señor. Numerosas han sido las veces en las que ha acompañado a la Orquesta Nacional de España y a la Orquesta de RTVE. Eso sin contar que también es el compositor de la música de alguna película, como El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán-Gómez. Ya digo, hombre de múltiples y variados talentos.
Y así hasta hoy. Hace años que le jubilaron de su cátedra de saxo. Pero de lo que nadie, ni Dios, le puede jubilar, es de su amor por la música. A ver quién es el guapo que intenta impedirle subir a un escenario. Siga así, don Pedro, y no desfallezca.

AUTOR

  • Ayax Merino